Enclavada literalmente dentro de un bosque de pinos del monte Abantos, situado en San Lorenzo de El Escorial, la Casa Levene es uno de los chalets más premiados y galardonados de la arquitectura española. Obra del arquitecto Eduardo Arroyo, ha recibido el premio Brit Museum of Design y el International Aluminair y ha estado expuesta en el MOMA de Nueva York, en representación de la nueva arquitectura española. Os presentamos un auténtico icono de la arquitectura moderna.
El chalet fue un encargo del también arquitecto, Richard Levene, director de la revista El Croquis, al estudio NO-MAD de Eduardo Arroyo. Se proyectó como un refugio-vivienda cerca de la sede de la revista en San Lorenzo del Escorial. El lugar elegido fue la clave del proyecto. Una empinada parcela llena de pinos centenarios de gran altura, que al estar situados dentro del Monte Abantos tienen una protección especial y no se pueden talar. Con la limitación de espacio para construir que imponía la normativa, Arroyo desarrolló la idea del “anti-bosque”. Llenar sólo aquellos espacios que los árboles dejan libres y así mimetizarse con el resto del bosque de forma natural.
Respetar el bosque centenario
El objetivo del proyecto era infligir el mínimo daño al bosque. Había un compromiso personal de respeto al entorno por lo que se empezó a construir en los claros que los árboles nos dejaban. Sólo se talaron siete pinos enfermos y se diseño un estructura metálica que se sienta sobre micropilotes hundidos en el terreno, sin perjudicar las corrientes de agua que alimentan la vegetación ni colapsar las raíces de los árboles que la circundan. Una cimentación gruesa hubiera dañado los árboles con el paso del tiempo.
La estructura metálica también sirve para nivelar el espacio y reducir al mínimo la inclinación del terreno. Su parte delantera es una terraza abierta con vistas al Monasterio y en la parte posterior se sitúa la casa dividida en tres altos módulos que abrazan los arboles creando una geometría compleja que da la sensación de estar unida al resto del bosque. El chalet pese a su contundencia, parece flotar. No se intuyen qué elementos fijan la casa al suelo. El envoltorio de la casa combina grandes cristaleras, que introducen el bosque en el interior de las vivienda, con una fachada revestida de pizarra, concretamente basalto de Mongolia. Otro requerimiento de la normativa municipal. La elección del basalto pulido negro y de grandes ventanales se deben al especial brillo de estos materiales y su capacidad de reflejar los árboles. Otra idea creativa para camuflar el chalet en su entorno.
Color interior
Sus 490 metros cuadrados se reparten en tres plantas interiores que se dividen según el uso de las habitaciones. En la parte superior las estancias tienen una función más lúdica con un predominio del color amarillo. Mientras descendemos la casa se vuelve más azul lo que nos indica que llegamos a las zonas más privadas. Primero la cocina y el salón y por último los dormitorios. El azul, más frío y tranquilo para las zonas de relax y colores luminosos, más alegres y estimulantes para las zonas de más acción. Arroyo articula las distintas estancias en función de sus usos. Por ejemplo, el cuarto de los niños, se divide en espacio de juego, dormitorio y terraza independiente, y parece una vivienda de invitados con su propia privacidad.
El color predominate en el interior de la vivienda contrasa con su exterior. Camuflado entre el color oscuro de la fachada y el reflejo de los árboles. Este color se ha logrado con el uso de resina epoxi coloreada en las paredes y suelos, y grandes elementos retroiluminados que sirven para distribuir los espacios realizados en paneles de policarbonato traslúcidos.
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